martes, 11 de enero de 2011

Plateros en la actualidad: opiniones, noticias, videos, referencias.

Boulevardeando en Madero

“Plateros fue una calle, luego una rue y hoy es una street”: López Velarde.


Con la apertura del corredor peatonal Madero, el gobierno de Marcelo Ebrard le ha devuelto a la ciudad una tradición centenaria, boulevardear por Plateros, que según Carlos González Peña en la década de 1930 el uso del automóvil había desterrado “para siempre”. Ochenta años más tarde, cuando esta seña de identidad —que los habitantes de la capital habían institucionalizado desde fines del siglo XVIII— era sólo un recuerdo que habitaba en ciertas crónicas, una inversión de 30 millones de pesos, la colocación de 120 luminarias y la instalación de bancas, bolardos, macetones y árboles de sombra, permite la recuperación de uno de los espacios públicos más significativos de la Ciudad de México: el kilómetro lineal que durante siglo y medio fue conocido como “el paseo de Plateros”.
Los nobles del tiempo de Revillagigedo eligieron el conjunto de edificios señoriales que se extendía por las calles de San Francisco y Plateros para recrearse con el espectáculo de sí mismos: implantaron el desfile de damas en carretelas y hombres a caballo que al caer la tarde recorrían de ida y vuelta el “centro neurálgico” de la ciudad, entre la Plaza de Armas y la Alameda.
En el siglo y medio que siguió, de José Joaquín Fernández de Lizardi a José Juan Tablada, pasando por Manuel Payno, Guillermo Prieto, Manuel Gutiérrez Nájera, Amado Nervo, Luis G. Urbina y Ciro B. Ceballos, no hubo cronista que se resistiera a narrar el escaparate, el muestrario, el teatro mayor de la representación social que era la calle de Plateros: una sucesión de tiendas de moda, bares, restaurantes y cines, en donde los habitantes de la urbe se hallaban, se mezclaban, se confundían: un punto de encuentro auspiciado legendariamente por instituciones como el Salón Rojo, el restaurante Gambrinus, la joyería La Esmeralda, la pastelería El Globo, el lujoso Hotel Guardiola y el café de La Concordia, entre otros. Gutiérrez Nájera dedicó a esta calle sus versos más repetidos. Ramón López Velarde trazó de un plumazo su clave moral: “Plateros fue una calle, luego una rue y hoy es una street”. Anotaba González Peña: “‘Ir a Plateros’ era en México un rito del que no se podía prescindir. Allí se daban cita desde el empomadado ‘fifí’ que iba en pos de ocasión matrimonial que sacase de apuros su distinción sin dinero, hasta el hombre de negocios que entre charla en la esquina y copa de las once en el bar próximo se las entendía para ir medrando. El fisgoneo de escaparates, para el bello sexo, y, para los hombres, la contemplación y hasta el posible requiebro del mujerío, ocupaban horas y horas… Hasta un poco entrada la noche, no cesaba el desfile de carruajes”.
José Juan Tablada cuenta que las tormentas aulladoras de la Revolución iniciaron el derrumbe del paseo. Mientras los ricos huían del centro y el Primer Cuadro se depauperaba con los años, Plateros (rebautizada por Francisco Villa con su nombre actual: Madero) mantuvo de algún modo sus prestigios: fue, durante décadas, la calle más cuidada del centro de la ciudad. Inevitablemente, sin embargo, el progreso se le vino encima: durante la segunda mitad del siglo XX quedó sólo como lugar de paso, y ya no como lugar de encuentro.
Hoy, en lo que en términos culturales es sin duda uno de los hechos más significativos del gobierno de Ebrard, “el querido paseo del pasado” vuelve a la circulación, democratizado por los caminantes que, sin las pretensiones parisinas de otros tiempos, boulevardean y escaparatean por Madero, trazando el cuadro de costumbres más vivo, más reciente, más inédito de la urbe.





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